A lo largo de nuestra vida creímos que el amor y sobre todo el amor de pareja es la pieza que nos falta para alcanzar la felicidad, es la clave para completarnos y ser felices. Crecimos entre cuentos de princesas que necesitan ser rescatadas, y héroes que necesitan a una princesa. Las relaciones y la búsqueda de la pareja ideal se convirtieron casi en una meta, en un objetivo a seguir para alcanzar la plenitud y la tranquilidad; al puro estilo de medias naranjas que se buscan desesperadamente para conseguir la parte que tanto les falta.
Después, cuando por fin, estamos en una relación de pareja, llega la sensación de haberlo conseguido todo, el enamoramiento nubla nuestra visión y estamos ahí con las hormonas por las nubes, fantaseando con todas las expectativas que tenemos sobre el amor. En ese punto queremos a como dé lugar agradar al otro, hacemos lo imposible por buscar su aprobación, queremos que nos quiera, que se quede, que no nos deje, ponemos todo nuestro foco de atención en él, buscamos hacerle feliz, sin saber primero como hacernos felices a nosotros mismos.
La verdad es que nos aterra la soledad, y por miedo nos conformamos con lo que hay, con el primero o la primera que tiene cara de completarme y hacerme sentir realizada, crecimos creyendo que necesitamos a alguien más para estar completos, y en esa búsqueda nos olvidamos de responsabilizarnos de nuestra felicidad, no nos conocemos, no sabemos que queremos, ¿que anhela nuestra alma?, ¿cuál es nuestro don?, ¿para que somos buenos?, ¿cuáles son los ideales que tenemos para el mundo?, ¿qué es lo que más te gusta de ti?, ¿qué cosas no vas a volver a tolerar en tu vida? ¿Qué cosas o actitudes te producen rechazo? ¿Qué cosas te suscitan pasión?, y otras preguntas más, que quizás no nos hemos cuestionado y ahora nos cuesta responder.
Ese desconocimiento y la búsqueda de felicidad externa, hacen que desarrollemos estrategias para que nos quieran, empezamos a manipular, a obsesionarnos, a no estar presentes, confundimos amor con dependencia emocional, no vemos la relación, no nos vemos a nosotros mismos y muchos menos vemos a nuestra pareja. En ese estado en el que nuestro ego nos hace sentir y pensar como seres carentes, vemos lo que necesitamos conseguir, lo que nos falta, estamos tan pendientes de agradar al otro, que dejamos de ver lo que nos hace daño, empezamos a ser inmunes a las faltas de respeto, y entregamos todo nuestro poder a un tercero llamando a eso amor incondicional.
Hoy te digo que el amor no tiene nada que ver con eso, el amor no puede coexistir en un ambiente de miedo, miedo a estar sola, miedo a que no me acepten, miedo a que no me quieran, miedo a que me rechacen, miedo a que me juzgue, el amor es un estado de SER, libre y sin condiciones, no espera recibir nada a cambio, no exige sacrificios, no negocia, no manipula.
Para amar a alguien más primero debemos aprender amarnos a nosotros mismos, aprender a aceptarnos tal cual somos, a reconocer que nada falla en nosotros que somos seres perfectos, sea cuál sea la circunstancia somos dignos de amor, y alguien que se reconoce de esa manera se responsabiliza de su felicidad, de sus inseguridades, de sus miedos, de sus emociones, de sus anhelos, de las heridas que llevamos dentro, de las partes donde aún no nos amamos.
La elección de pareja es una de las elecciones más importantes de nuestra vida así que primero:
Dedica tiempo para ti, disfruta la soledad y los momentos que tienes contigo mismo, conoce quien eres, atiende tus necesidades, mímate, respétate, trátate bonito, fortalece tu autoestima, aprende a enamorarte de ti
Se exigente, supera el conformismo y elige el amor perfecto, di no a la necesidad, no a la dependencia emocional. Aprende a poner límites, no toleres maltratos, ironías, humillaciones ni faltas de respeto. Eres una creación perfecta y te mereces lo mejor.
Ámate, ámate mucho y luego desde ese espacio comparte tu amor con alguien más.
Comments